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El corredor que encontró su límite

Durante ocho días Joaquín Candel ha recorrido 560 kilómetros del Círculo Polar Ártico arrastrando un trineo de 27 kilos de peso, soportando vientos helados y temperaturas que han alcanzado los 50 grados bajo cero. Es el primer corredor español que ha participado en la carrera 6633 Arctic Ultra y ha logrado quedar quinto en esta aventura en la que solo siete de 21 atletas han cruzado la meta. «Buscaba mi límite y lo he encontrado. Ha sido la prueba más dura a la que me he enfrentado.» En los últimos diez años solo otros 31 deportistas  como él han resistido  hasta el final.

Joaquín Candel durante la carrera. Jassin Godard
     

El ganador de esta edición ha sido el rumano Tiberiu Useriu y entre los participantes de esta ultramaratón extrema se dan cita expertos en batirse en duelo con situaciones límite, como militares de las fuerzas especiales británicas. Joaquín tiene una larga trayectoria como corredor de ultradistancia y aspiraba a lograr el tercer puesto. Sin embargo, las duras condiciones climatológicas y problemas de última hora retrasaron su llegada. «Las últimas doce horas fueron una agonía total, perdí mi posibilidad de luchar por ese tercer lugar y a tres horas del final me pasaron dos corredores, aunque en ese momento lo único que quería era terminarla”. Se trata de una carrera que transcurre prácticamente en soledad y en la que el máximo aliado es la autosuficiencia. Para sobrevivir se requiere un hornillo para calentar la comida deshidratada y la nieve. El resto de enseres necesarios se transportan en el trineo y en los puestos de control que hay a lo largo del trayecto los organizadores observan el estado y las necesidades de los corredores.

      En esas últimas doce horas Joaquín luchó contra elementos como el riesgo de congelación en los dedos de una mano. «Debajo llevaba unos guantes finos, que te permiten cerrar cremalleras, atar cuerdas y hacer cosas con los dedos. Encima llevaba unas manoplas de máxima protección, pero a causa del viento, la capa exterior se congelaba y transfería el frío hacía las manos. La humedad de mi respiración me cubría la cara de escarcha. Sin darme cuenta, la limpiaba con los guantes, mojándolos poco a poco, y por eso me los tuve que quitar, disminuyendo de forma considerable mi protección del frío.» Para resistir hasta el final Joaquín recurrió a usar unos calcetines gruesos en vez de las manoplas de plumas. 

       Por otro lado, “tenía llagas en los pies y para soportar el dolor recurrí a concentrarme en el que sentía en las ingles a causa de las rozaduras. No podía hacer nada más. Detenerme en esas condiciones era correr demasiado riesgo», explica el atleta que nació en Alicante aunque en la actualidad residen Las Vegas con su familia donde trabaja como piloto de una compañía aérea. 

     Joaquín explica que detenerte en un desierto de hielo cuando las temperaturas sobrepasan los cuarenta grados bajo cero es un error fatal «tienes los minutos contados porque te congelas con extrema rapidez, y lo mismo sucede si expones una parte de tu cuerpo al aire libre o si se moja, aunque sea a causa del sudor. Por lo que decidí seguir adelante durante las horas siguientes.»

Joaquín Candel durante la carrera 6633 Arctic Ultra

     Pero las complicaciones para Joaquín Candel comenzaron antes, cuando faltaban tres días para completar la carrera, “ese fue el punto más bajo, el sistema de calefacción de mis manos estaba comprometido porque apenas podía mantener las manos calientes. No me podía imaginar lo que pasaría después del atardecer con la bajada de temperaturas”. Desde ese momento hasta llegar al siguiente punto de control (donde las podía secar) tuve que limitar las comidas, bebidas, ir al baño, todo aquello que requería tener las manos fueran, y aún me quedaban como unas diez horas.” 

Momentos previos al inicio de la carrera. Jassin Godard

     Conforme transcurrían los días, junto al desgaste físico de la prueba Joaquín comenzó a sentir síntomas de cansancio extremo a causa de la hipotermia.“Sobre las 4 de las tarde, el pie me empezaba a molestar otra vez (más de lo normal). Decidí pararme para comprobar lo que era. Tenía una llaga llena de pus y debía de ser rápido. Cuando la drené salió una especie de gel amarillo, creía que se me había congelado, aunque solo se me había infectado.” Con la caída de la tarde el problema se agudizó «el agotamiento lo achacaba bastante y lo que antes podía hacer con agilidad ahora requería que me detuviera para hacerlo, como comer, cambiarme de ropa o beber. En ese punto me sentía como un niño de tres años y me decía tengo hambre, ahora tengo sueño, quiero hacer pis, tengo frío, calor, estoy cansado… Entré en un círculo vicioso”.

     Desde el segundo día de la carrera, con excepción de los puntos de control, Joaquín no tuvo interacción con ningún otro corredor. Cada cinco, ocho o diez horas, miembros de la organización acudían en un vehículo a comprobar su estado “paraban y charlaban un rato conmigo, normalmente tonterías. Yo siempre les preguntaba por el 7Eleven o Sturbacks más cercano (por supuesto a 1200 kms). Yo siempre de broma.”

     “Cuando tocaba fondo me daba cuenta de que no tenía otra opción ni dirección, solo seguir hacia adelante, por lo que en los momentos más terribles me aferré a recuerdos de mi familia y mis amigos. Y poco a muy poco las millas fueron cayendo hasta llegar al último punto de control antes del tramo final hasta la meta. También me decía una y otra vez ¿Abandonar la carrera aquí? ¿Estas loco?”

En el Paralelo 66º 33N que da nombre a la carrera. Jassin Godard